En el marco de nuestro programa de incubación, queremos visibilizar a Vida Negra, un emprendimiento que nace desde la tierra para proponer una nueva forma de habitarla. Su fundador, Lorenzo Garrido Pozas, tomó una decisión poco común: dejar atrás una vida urbana y empresarial para comenzar de cero en el campo, impulsado por una convicción clara.
“Vida Negra nace de una ruptura personal y de una decisión radical: dejar una vida urbana y empresarial para empezar de cero en el campo. El punto de inflexión fue entender que cada vez que comemos, estamos eligiendo qué tipo de mundo queremos”, explica. Fue allí donde comenzó a observar los efectos del modelo agrícola tradicional y a tomar conciencia de que la agricultura industrial estaba degradando los suelos, la biodiversidad y también nuestra salud. “Quise poner mi energía al servicio de una alternativa real”, agrega.
Con esa intención, y tras años de experiencia en sectores creativos que le enseñaron a construir marca, comunidad y estrategia, comenzó a sumergirse en el mundo del suelo vivo, los ciclos naturales y la microbiología. “Fue al convivir con agricultores y estudiar microbiología del suelo cuando entendí que la regeneración no es una teoría: es una necesidad”, señala. Así nació Vida Negra: como proyecto, como respuesta y como apuesta de vida.
Desde entonces, ha trabajado para demostrar que otra agricultura es posible y viable. Compost natural cargado de microorganismos, biochar activado y microalgas fotosintéticas son las herramientas con las que Vida Negra trabaja para regenerar el suelo, mejorar las cosechas y capturar carbono de forma estable. “No se trata solo de sostener lo que queda, sino de reparar lo que se ha dañado. La agricultura regenerativa no es una técnica ni una moda, es una forma de estar en el mundo”, afirma. Y esa forma implica colaborar con la tierra, no controlarla; devolver en lugar de extraer.
El compost que producen en Vida Negra no se entiende como una simple gestión de residuos, sino como una “receta de biodiversidad”. Está vivo. Es una mezcla activa de microorganismos beneficiosos, con alta carga fúngica, que al aplicarse al suelo despierta su fertilidad natural. “Observamos plantas más resilientes, suelos más vivos y cultivos sin químicos, con más nutrientes y poder sanador”, cuenta el emprendedor.
A esto se suma el uso de biochar, un carbón vegetal que se produce con restos orgánicos a altas temperaturas en ausencia de oxígeno. “El biochar no es un fertilizante: es una esponja. Activado con microorganismos se convierte en un refugio vivo que mejora el suelo durante décadas”, explica. Retiene agua, fija nutrientes, reduce emisiones y multiplica la vida microbiana.
Pero una de las innovaciones más recientes en el proyecto es la incorporación de microalgas fotosintéticas, cultivadas localmente. “Son organismos microscópicos que convierten la luz solar en biomasa rica en compuestos bioactivos. Las usamos como bioestimulantes naturales, en aplicaciones vivas sobre el suelo o directamente en las plantas. Mejoran la estructura, refuerzan la resistencia a plagas y favorecen el crecimiento vegetal.”
Este trabajo se fortalece con una colaboración científica clave: la alianza con la Universidad de Alcalá, en Madrid, donde Vida Negra y el equipo académico estudian el impacto del biochar cargado con microorganismos sobre distintos tipos de suelos. “Es una colaboración entre ciencia y práctica: nosotros aportamos experiencia de campo y ellos rigor de laboratorio. Queremos que Vida Negra sea un puente entre la investigación y los pequeños productores”, cuenta. La idea es clara: llevar el conocimiento académico a la acción concreta en el territorio, y acercar la regeneración a más manos campesinas.
Uno de los desarrollos que más entusiasmo ha generado recientemente es el de fotobiorreactores domésticos: una herramienta que permite cultivar microalgas en casa para aplicarlas directamente al suelo o incorporarlas en preparados como el té de compost microbiano. “Nacieron por demanda de nuestros clientes y han sido muy bien recibidos en el sector Growshop, donde encontramos un público exigente, informado y profundamente conectado con la tierra. Son ellos quienes nos han ayudado a perfeccionar nuestros inóculos para enraizamiento, crecimiento y floración”, comenta. Esa relación de diálogo técnico ha sido fundamental para consolidar una comunidad comprometida con el cultivo consciente, ya sea de tomates, marihuana o aromáticas. “En este sector, hablar de microbiología y biotecnología regenerativa no es del futuro: es una necesidad del presente.”
Sobre el futuro, Lorenzo no duda: “Imagino una red de proyectos vivos, autónomos, interconectados. Soñamos con una comunidad que no solo produzca alimentos, sino futuro. Donde el suelo se regenere, las personas vivan con dignidad y los productos cuenten la historia de cómo fueron cultivados.” Su visión combina conocimiento científico, prácticas ancestrales y una fuerte dimensión ética.
Para quienes están pensando en emprender con conciencia ecológica, deja un mensaje directo: “Empieza por el suelo. Ensúciate las manos. Escucha. No necesitas tener todo claro. Lo importante es el primer paso con intención. Lo demás se acomoda cuando el propósito es honesto.”
Como parte de nuestro programa de incubación, Vida Negra ha podido contrastar, ordenar y afinar su visión de negocio sin perder su raíz regenerativa. “Ha sido muy valioso. Me ayudó a reforzar la viabilidad del proyecto y recordar que lo importante no es encajar en un molde, sino crear el tuyo. Con estrategia, con coherencia, con raíz.”
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👉 Conoce más sobre este proyecto en: www.vidanegra.com
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